Todo empezó como la
seda, el taxi nos llevó en un momento de casa de La al aeropuerto de Congonhas,
el más céntrico de la capital paulista, el punto fue que Pauilolo se durmió de
camino, mucho tute y jet-lag para nosotros, pues tela para él.
Con el senior en
el carro y el junior en el marsupial, facturamos haciéndonos amiguetes del
operario y en un momentito, utilizando de nuevo los privilegios VIP de tener
niños habíamos pasado el arco.
Subimos al avión con retraso (me parece hasta un éxito que
el primer retraso sea en el tercer vuelo) pero, 'gran problema', por el
temporal (no habíamos visto que había empezado a diluviar) no pudimos despegar
hasta 30 minutos después y volamos entre turbulencias (turbulencias de verdad)
hasta llegar a Río, donde nos alegró la vista ver al Cristo Redentor, iluminado
en la noche carioca.
Una vez recogidas las maletas, Pau se despertó (y de mal
humor, pues él ya estaba en 'su' noche) y el taxista que nos llevaba a nuestro
hogar por esta noche, no conocía el camino, no fue excesivo problema, pero sí
que retrasó aún más nuestra hora de ir a dormir. Se acercaban las 12 cuando nos
íbamos a dormir todos... ¿todos?... Todos no, hubo un niño que no siguió a
Morfeo disfrazado de flautista de Hamelin y que, como ya había dormido, se quedó
viendo a su amigo Rayo McQueen hasta pasada la una de la madrugada...
Horas después, antes de las 6, Pau se despertaba de 'su'
siesta y con él el resto de la expedición que aún dormía...pues Aran llevaba
despierto desde las 3.30 y con él su mami. Se divisaba un día largo que ha
empezado haciendo burbujas, y ha seguido recogiendo el equipaje y cogiendo el
transfer que ha llegado a la hora pactada (siempre dan "yuyu" estas reservas
hechas hace tiempo que, si no vienen a por ti, te cortan el viaje por la mitad).
Las dos horas de furgoneta han transcurrido por una
carretera que bordeaba la costa brasileña con sus islas 'semicársticas'
incrustadas en ella y dejando la selva tropical al otro lado.
Con éstas hemos llegado a Conçeiçao de Jacareí, donde hemos
podido pasear por su playa hasta que ha llegado el barco, que nos ha brindado
una 'más que muy' agradable travesía hasta Ilha Grande, donde estamos ahora y
donde seguirán nuestra aventuras...
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