Otro de los aspectos positivos de viajar es que aprendes a
valorar las cosas en su justa medida. Disfrutas de infinidad de cosas
positivas, y lo celebras, ríes y estás de buen humor. Pero, como cuando viajas
vives, también te pasan cosas desagradables, aunque de viaje, esas cosas ‘tan
desagradables’, que quizá en tu día a día serían un gran desastre, las ves
desde un punto de vista diferente y racionalices más si es tan grave.
Y sobre esto va el post.
Nuestro último día en Valencia nos debatíamos entre visitar
Sagunto o algún otro pueblo del interior de Valencia. Pues bien, al bajar a
acercar el coche hasta la puerta del hotel y cargar allí las maletas me di
cuenta que una rueda estaba muy floja (flojísima) así que me fui hasta una
gasolinera a inflarla, pero con el miedo encima porque tenía bastante claro que
estaba pinchada.
Con la rueda hinchada aparqué el coche en el hotel, la rueda
perdía aire. Mireioneta se quedó con los nenes mientras yo salí a buscar un
taller en el que pudieran arreglar el pinchazo. No encontré ninguno, pero en
ese rato tuve la sensación que la rueda no había ‘bajado’, así que cargamos el
coche (2 adultos, un niño, un bebé, y muchas maletas) y decidimos ir regresando
hacia Barcelona, tenía entendido que una rueda pinchada no se deshincha
en marcha*.
A unos pocos kilómetros, saliendo de Valencia, vimos un
NorAuto, nos pareció que era mejor asegurar y decidimos parar a ver si podían
cambiar la rueda. No nos podían coger el coche hasta última hora de la tarde.
El problema ya no era que no fuéramos a visitar Sagunto ni nada, era que, o
hacíamos una noche extra en Valencia o regresábamos muy de noche a casa.
En vista a que ninguna de las dos opciones nos satisfacía, y
como la rueda seguía sin bajar, decidimos continuar. Por suerte, poco después,
ya en la autopista, Pauilolo tuvo ‘necesidades’. Esos momentos en los que
dices, ¡pero si hace un rato te hemos preguntado y no tenías ganas!
Pero esas necesidades nos salvaron de un posible disgusto, o de algo
peor, pues al parar en Sagunto, en el área de servicio, el pueblo queda
pendiente, la rueda sacaba aire a borbotones y bajó mucho en un plis-plas.
Pues nada, a cambiar la rueda, lo que significaba sacar
todas las maletas, sacar la rueda, que no estaba pinchada, sino rajada casi un
cuarto del neumático, lo que de continuar hubiera acabado por reventarse (gràcies
per tenir pipi Pau), poner la ‘galleta’ y volver a colocar todas las
maletas. Además de comprender que teníamos que conducir hasta casa con la rueda
de repuesto, poco a poco y con cuidado.
Gracias a los smartphones, paramos en Castellón pues
encontramos un FeuVert saliendo de la autopista. El plan no parece tan malo,
dejamos el coche, comemos y nos vamos a dar una vuelta por Castellón. Pero una
vez entregadas las llaves del coche tuve la siguiente conversación con
Mireioneta:
- (F) clar, els hi he de deixar el cotxe perque ho
canviïn ells perque només venen el neumàtic, sense llanta
- (M) i la llanta!?!
La llanta, junto con el neumático destrozado, con el enfado
y los nervios, los había tirado a la basura en el área de servicio. Rojo,
morado, lleno de ira, nervioso. Miles de expresiones y calificativos se me
podrían aplicar en ese momento. Por suerte, Mireioneta, siempre más tranquila
en estas situaciones extremas, (que quizá no lo son tanto) me dijo que nada,
que nos volvemos a buscar la rueda.
De vuelta hacia Sagunto, el área de servicio, buscando
cuánto cuesta una llanta, porque, aunque nos queríamos animar creyendo que
estaría, sabíamos que cualquiera se la podía llevar. Pero milagro, la rueda
seguía allí tirada, así que volvimos a sacar todas las maletas y metimos la
rueda reventada dentro del coche, así como las maletas, comimos en Sagunto, en
el área de servicio, y después de que los nenes juegaran un rato, con la
‘galleta’ puesta y mucho cuidado, cogimos el coche y continuamos el camino de
vuelta.
Como iba para largo y no queríamos torturar a los nenes,
decidimos parar a cenar en Tarragona. Como Pauilolo está enamorado de las
pizzas, le ofrecimos ir a la Tagliatella. Al ir a pagar, se nos escurrieron los
tickets restaurante, que tan bien nos habían ido para reducir costes, dentro
del banco donde estábamos sentados.
Otra decepción, los camareros nos dicen que eso no se puede
mover, que hay de todo allí dentro, pero como no queríamos perderlos,
improvisamos una caña con un palo, un cuchillo y celo, Mireioneta los pescó y
recuperamos los más de 20€ que nos sirvireon para pagar la última cena del
viaje.
Ya tarde, regresamos a casa, conducimos con la ‘galleta’
puesta y mucho cuidado, los ‘peques’ duermen y nosotros escuchamos la radio
mientras hacemos la reflexión inicial, situaciones que pueden parecer muy
malas, pero que no dejan de ser anecdóticas a lo largo de la vida, al fin y al
cabo que ha pasado, que hemos tardado más en llegar a casa y hemos hecho 80km
extra? Pues no, creemos que finalmente ha sido un buen día.
*una rueda pinchada circulando no se desinfla, una vez ya se ha parado, si se vuelve a inflar se raja
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