Todopoderosos Superman

Parece mentira que un regalo de cumpleaños pueda empezar a las 5:15am, pero en este caso fue así. Despertador, ducha rápida, bolsa pequeñita preparada la noche antes, que fácil es una escapada corta y sin niños, y a la calle. Bien, a cruzar una calle y entrar el cercanías que nos lleva a la estación donde coger el AVE que, a una velocidad vertiginosa y de manera cómoda, puntual y directa, y dejándonos trabajar, nos lleva al centro de Madrid, a la estación de Atocha, a las 8:50 de la mañana. Una pasada.

Madrid nos recibe con un día tan bonito como frío (pero seco). Después de las primeras fotos a la estación, regada con una luz preciosa y al monumento a las víctimas del 11M, comenzamos a pasear.

Nos adentramos por el barrio de Lavapiés, el cual, a pesar de estar todo muy cerrado todavía, nos parece muy mejorado desde la última vez que paseamos por él, nos parece bastante vivible y con las plazas bastante acondicionadas para una vida familiar, es decir, diurna, bastante posible (aunque es posible que por la noche sea otra historia).

La primera opción era desayunar en el mercado Antón Martín, donde ya comimos una vez y es que nos gusta comer en los mercados. Pero, no sé por qué, una búsqueda en Google hace desviarnos, cruzando la plaza de Lavapiés, para terminar desayunando en el Cafelito, un bar muy arregladito donde desayunamos a base de tostadas con tomate, aceite, sal y mermelada, pero en las que destaca el pan que era delicioso. Las tostadas con un cacao y un café con leche, 13€. Es lo que tienen los sitios “molones”.

Ya con la panza llena, descubrimos la biblioteca de las escuelas Pías de la plaza Agustín Lara, nos gustó mucho pero no supimos entrar. Donde sí entramos, aunque no nos gustó tanto, fue al mercado de San Fernando, sobre todo porque estaba muy cerrado.

Seguimos “remontando Lavapiés” por la calle del Mesón de Paredes, y, tras una parada a comprar camisetas reivindicativas en la tienda Pantera (del sindicato de Manteros) llegamos a la plaza Tirso de Molina, donde recordamos nuestra primera visita juntos a la capital (en especial los baños árabes) y nos adentramos más en el Madrid de los Austrias llegando a la plaza del Sol donde nos hicimos las fotos de rigor, normales y polaroid, en el quilómetro 0, en el oso y el madroño, con el cartel del Tío Pepe… En la fachada de la comunidad, debajo del carrillón, otro sentido mensaje, nuevo para nosotros, acompaña al ya existente de las víctimas de los atentados terroristas del 2004. El nuevo, hace referencia a las víctimas del Covid, y por un momento, se nos hiela la sangre.

El paseo, al igual que la vida, sigue adelante, pocos pasos después, en la calle del Arenal, vemos, sin querer, la casa del ratoncito Pérez, es decir, la casa del cuento original que el padre Jesuita Jesús Coloma escribió, basándose en las tradiciones populares orales, para el pequeño Alfonso XIII, haciendo que el simpático personaje que nos ha metido a todos los niños en el capitalismo gracias a las monedas que nos dejaba a cambio de nuestros dientes, vivía en una caja de galletas en la confitería que había cerca del palacio real.

Seguimos caminando hacia el hotel, pasando por el Corte Inglés y vemos que Madrid ya luce muy navideña, y lo constatamos con las tres horas tres de cola que parece ser que hay para comprar un décimo de lotería de Navidad en la administración de Doña Manolita, sean tres horas o no, la cola da la vuelta entera a la manzana. Nosotros nos gastamos 2€ más y compramos un décimo a un señor muy simpático de los que hay delante vendiendo décimos sellados por “Doña Manolita”.

Minutos después, cerca de la Gran Vía, llegamos a nuestro hotel, el hotel santo Domingo, en la plaza del mismo nombre, un hotel funcional de 4 estrellas con una habitación grande (quizá estamos acostumbrados a las habitaciones para 4), pero con algunas cosillas a mejorar y por el cual pagamos 115€ por la habitación más desayuno. Para nuestro estándar muy caro, pero el truco está en que teníamos una tarjeta de Expedia de 100€ para gastar.

Dejamos las maletas y chafardeamos el hotel antes de salir y cruzar la Gran Vía para adentrarnos en Malasaña, el barrio de la “movida madrileña” y desconocido para nosotros.

Nos encontramos con un barrio “cool” si Lavapiés es el Raval de Barcelona, Malasaña es el Borne, tiendas de diseño y locales chulos por doquier, pero como es de día nos vamos a la parte cultural y pagamos los dos euros para entrar en la pequeña iglesia de San Antonio de los Alemanes, curioso nombre, pues esta pequeña, barroca y redonda iglesia, redonda por la impresionante cúpula llena de frescos que llegan a las paredes aunque la planta es la “típica” octogonal madrileña, fue construida por los portugueses cuando Portugal era parte de los reinos hispánicos, cuando en el siglo XVII Portugal dejó de ser parte del imperio español se cedió a los católicos alemanes y éstos, le cambiaron el nombre.

Nos quedamos a comer en la misma corredera de San Pablo, en la baja más en concreto, y más todavía en el restaurante Mamá Chicó, donde dos menús, buenos sin estridencias, de hecho la crema de primero muy justita, y un cortado por 25€, y una vez comidos paseamos de vuelta por Malasaña hasta llegar al hotel, el día había empezado pronto y nos merecíamos una siesta.

Una vez descansados y tras la clase de chino de Mireioneta, subimos a la terraza del hotel donde dos copas de vino durante la puesta de Sol con vistas a Madrid nos costaron 10€.

Después de ese momentazo, nos preparamos para el motivo por el cual estábamos en Madrid, bajamos a la Gran Vía, mucho más animada de noche que de día (eso sí, nos quedamos con las ganas de ver a los heavies de la misma calle) pero justo cruzando donde deberían estar, está el espacio fundación Telefónica, donde asistimos al directo de la retransmisión / grabación del podcast Todopoderosos, un podcast que nos ha acompañado muchos quilómetros y noches de insomnio en el que Juan Gómez Jurado, Javier Cansado, Arturo González Campos y Rodrigo Cortés  charlan un par de horas sobre alguna figura relevante del mundo del cine o de la literatura, de una manera que aprendes y te diviertes por igual.

En nuestro caso fue una de esas veces que el programa no trata sobre un director de cine, lo más habitual, pero fue un personaje Superman. Fue una pasada porque como dijo Arturo González Campos, esperábamos a Christopher Reeve y nos llevamos una clase de historia de la primera mitad del siglo XX y una infinidad de carcajadas.


Al salir lo típico, esperamos a “nuestras estrellas” para pedirles un autógrafo para los nenes, pues no nos perdonaron que fuéramos sin ellos, allí Arturo nos recito a Serrat en catalán, Juan se quedó en un “de mica en mica s’omple la plica” pero seguro que la mejor frase se le ocurrió justo después ¡Gracias a las cuatro!

Y después, pues otro paseíto por Malasaña, donde a pesar de ser martes, muchos bares estaban a rebosar. Nosotros entramos a dos de los clásicos, casa Baranda, donde cenamos muy bien por 19€, una carne espectacular, y por 25 en bodega la Ardosa, donde las croquetas eran buenas pero caras, y la tortilla… justita… Eso sí, pasamos por debajo de la barra, cosa que me hacía mucha ilusión.

Y para rematar ilusiones, volvemos a las correderas de san Pablo para llegar hasta el Penta (Pentagrama), el bar más icónico de la movida y famoso porque es el bar donde Antonio Vega compuso la chica de ayer… aunque eso sí, un martes a las 23:00 estábamos prácticamente solos. Dos copas y muchos recuerdos a los 80 y a la canción, 16€. Regresamos al hotel dando una vuelta (por no decir que nos perdimos).


Al día siguiente nos levantamos sin prisa, recogemos y desayunamos en el hotel. Paseamos con calma pasando por la preciosísima plazuela de san Ginés antes de llegar a la plaza Mayor, donde la preparación de la decoración navideña nos quita la amplitud de esta majestuosa plaza sede del ayuntamiento de la capital.

Salimos de la plaza y entre locales “de toda de la vida” de bocadillos de calamares y tiendas de diseño volvemos a Tirso de Molina, donde después de comprar un girasol volvemos a cruzar Lavapiés pero en sentido contrario del que lo habíamos hecho poco más de 24 horas antes. Un par de compras muy diferentes, una diana nerf de segunda mano y un bolso de de diseño, llegamos a uno de nuestros rincones favoritos de Madrid, al centro polivalente La casa encendida, primero a su terraza un remanso de paz, eso sí, sin vistas y después entramos en la exposición Un Rastro involuntario, donde “una historieta” nos hizo  reflexiona sobre como de libres somos en el mundo digital.

Un último paseo nos lleva a Atocha, fotos de su jardín y rápidamente al tren y, todavía más rápido, lo que dura el visionado del Penya Andorra de Eurocup, regresamos a Barcelona cerrando una escapada deliciosa que nos hizo desconectar (de los niños) y conectarnos (entre nosotros). Y confirmando de nuevo, que lo del AVE es una pasada, y por 80€ persona ida y vuelta.

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